domingo, 2 de marzo de 2008

Al acecho












El balcón de mi casa, esa donde vivo poco y duermo la mayoria de las veces, esta como las naves de los invasores gigantes de la tierra que salían en robotech. ¡¡¡Menuda serie!!! menudas maquinas voladoras....así me hago yo también piloto, por eso y por otras cosas, todas buenas, hasta el poder morirse en plena lucha o entrenando para esta, que de bueno tiene el estar haciando algo convencido, como el que dice que si se cae por el balcon cuando va a ver a su amada, le da igual, pues asi.

En aquella serie, los invasores no sabían reparar su tecnología, de manera que cuando algo se estropeaba se usaba hasta q se podía y luego a desechos. Claro q el problema tenía multiples facetas, y la serie mostraba algunas, mas yo tampoco lo quiero pensar mucho porque una situación así es una autentica jodienda, y si lo pienso el pelín más q estoy haciendo ahora, se me antoja imposible que unos tios como esos no fuesen capaces ni de cambiar un intermitente de sus capsulas de combate de la hostia. Una de esas facetas que se ven es la del caso de las grandes naves, donde extensísimas zonas de estas, tras su deterioro progresivo, quedaban cerradas, aisladas, inservibles e inutiles, mientras se seguía usando el resto de la nave.
Bien, algo así es el balcón de mi casa, donde por motivos que no vienen al caso, toda la parte exterior es inoperativa, incluyendo persianas y ventanas, de manera que a ojos de alguien que mire desde fuera, aquello esta abandonado, y no le falta razón, pues, como las naves referidas, esa zona efectivamente lo esta.

Pues a donde llego por fin es a donde quería. Tengo mucha suerte de poder disfrutar de una careta de quietud y abandono de mi casa de cara al exterior, en el sentido de que todos los días me visitan numerosos miembros de la fauna aviar del barrio pensando que este sitio esta libre de presencia humana, y en los varios recovecos entre las persianas echadas, las ventanas cerradas y los huecos que existen entre cristales que faltan, tiras de persianas rotas y rendijas abiertas a drede para que el aire circule minimamente, alli justamente es donde los pajaros se paran, a una cuarta de mi nariz, sin saber que estoy ahí. Puedo verlos pelearse, cortejarse, comer, hasta hacer nidos y criar si no fuera porque la politica exterior del keli es dar cobijo transitorio, nada de establecimientos permanentes por el bien de todos. Todo esto lo hago sin ser visto claro, y es un pequeño regalo que a dia de hoy me ha pasado nada más levantarme rodeado de planes y necesidad de decidir cosas de dentro y fuera.

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